Conoce a…Vladimir López, colombiano, dibujante y trotamundos del ciclismo
Por @pmpalermo
El ciclismo, como casi todos los apartados de la vida, cuenta con personajes curiosos, sacrificados y maravillosos, con historias de vida sumamente particulares debido a las dificultades que superan o los diversos derroteros que les toca desandar.
Sería muy sencillo hablar de Quintana, Urán o Chaves en tiempos de gloria para ellos, pero el ciclismo colombiano es mucho más que eso. Es una cantera inagotable de talentos que, por ser tantos, se ven forzados a ganarse el sustento como mejor pueden, ya sea disputando en el cruento calendario local o en el exterior.
Tal es el caso del bogotano Vladimir López, corredor para muchos desconocido que, con el paso de los años, se ha convertido en un nómada del deporte pedal, compitiendo en los rincones más insólitos y recónditos del planeta.
“Mi primer viaje fue a Canadá y desde entonces no paré. Mi carrera ciclística ha sido un continuo ir y venir, siempre disfrutando y aprendiendo. A partir de ahí, visité Venezuela, Ecuador, México, República Dominicana, Indonesia, Malasia, Taiwán, Hong Kong, China, Japón, Rumania y Hungría”, cuenta a ciclismointernacional.com
“Espero sean muchos más, quiero estar en África y Oceanía con un dorsal”, redobla la apuesta. Pero mejor conocer la historia por el inicio, cuando pasaba las tardes en Bogotá y con buena compañía. “Vivía con mis padres y hermanas. Siempre en el occidente de la ciudad, ahora sólo vivo con mis hermanas. Mi madre, que ya no está más, era ama de casa y trabajaba algunas veces, mientras que mi padre siempre ha hecho avisos publicitarios de todo tipo y, en la actualidad, es su trabajo”.
Vladimir no lo dice directamente, pero su papá ha sido una enorme influencia en lo que él es hoy. “Empecé en el ciclismo a los 13 años gracias a que, cada fin de semana, salía con mi padre a recorrer la ciudad en bici. Algunas veces íbamos al Alto de Patios, pero era muy duro para mí porque iba en una bici de un solo piñón y debía bajarme continuamente”, recuerda.
Una cosa llevó a otra y el joven Vladimir no tardó en colgarse un dorsal. “Recuerdo mi primera carrera, en Bogotá y durante un torneo que organizó un club para buscar talentos. Tenía 13 años y eran cuatro pruebas, una cada fin de semana; la primera fue un circuito en el barrio Prado Veraniego y, en esa ocasión, terminé en el grupo y quedé muy contento”, revive.
No en vano Colombia exporta pedalistas de modo ininterrumpido, ya que casi todas las ciudades cuentan con una geografía suficiente para pulir a estos atletas. “Toda la vida he vivido en Bogotá, caótica en cuanto al tráfico pero, al ir a las afueras, hay muchísimos lugares donde entrenar en altura, a 3000 o 3500 metros, y con calor”.
A los 27 años y con un largo listado de competencias de todo tipo en su haber, nuestro invitado tiene muy claras las cosas, y así lo refleja. “Me considero un ciclista combativo de media montaña. Corro para ser feliz, conocer el mundo y forjar grandes amistades”, dice. “El dinero algunas veces viene, otras no, pero en esta etapa de mi vida es algo fundamental para poder seguir pedaleando ya que todos tenemos muchas responsabilidades y obligaciones. Espero poder tener estabilidad algún día”, completa.
La charla sigue, amena, y el simpático Vladimir descubre un punto clave en esta historia de vida colmada de viajes. “Supe que me quería dedicar a ciclismo cuando volé por primera vez fuera del país, más exactamente a Quebec, en Canadá, para participar en el Tour de L´Abitibi. Allí estuvimos dos años con Jairo Monroy como técnico y, gracias a ese viaje, abrí los ojos hacia otras culturas, hermosos lugares y tuve el sueño de seguir pedaleando para conocer todo el mundo. En esos momentos, lo que menos pensaba era en correr para ganar dinero y vivir del ciclismo, sólo era el deseo de conocer el mundo”, se sincera.
Desde entonces, López acumuló miles de millas de viajero, surcando el globo en todas direcciones con su bicicleta a cuestas. Semejante privilegio, lo autoriza a opinar y comparar naciones, entre las que no duda en resaltar una. “El país que más me ha impresionado es Japón, por el nivel de vida que tienen, lo avanzados que están en todo, la organización, limpieza, civismo, honradez y respeto de todas las personas. También por lo costosa que es la vida y por sus hermosos paisajes, como el Monte Fuji, que es durísimo para el ciclismo merced a sus 12 kilómetros con rampas del 20%”.
En las últimas temporadas, López encontró una suerte de nicho para ser profesional en Asia, donde no cuenta con salario fijo pero siempre es tenido en consideración. “Hace un tiempo que me surgieron más oportunidades de poder ser ciclista y representar un equipo en Asia, al otro lado del mundo**, que aquí en Colombia. En China conozco muchas personas que me han abierto las puertas y espero poder regresar a partir de julio para el Tour de Qinghai y otras carreras”.
Sus pasos por el Team Ukyo japonés o el China Continental Team of Gansu Bank fueron suficientes como para que nos pinte un pantallazo sobre el modo de correr de la zona. “En Asia, que es donde más he tenido la oportunidad de competir, se corre similar a Europa ya que van muchos equipos europeos y ellos controlan, aunque también los iraníes, que van muy fuerte”.
“En Japón se corre totalmente distinto a Colombia o Europa. Son carreras cortas, explosivas, técnicas y de un día, cada 8 o 15 días. Muy rápidas al inicio, algunas son simplemente de eliminación ya que se sale muy fuerte y los corredores no miden sus fuerzas, todo lo contrario a mi país, donde hay etapas épicas, largas, duras y de mucho fondo”, detalla.
Más cómodo que en su patria pero lejos de estar salvado, Vladimir cuenta cómo se maneja la cuestión económica en oriente, donde el dinero parece destinado a otros deportes. “Con lo que me han pagado allí he podido continuar, conseguir algunas cosas y ayudar en casa, por eso, constantemente tengo que estar en carreras”.
“Pero algunas veces no se puede”, continúa. “Así que tengo que buscarme un poco la vida los meses en los que no se compite. En Asia es difícil que paguen salarios; claro que hay excepciones, pero te pagan por cada carrera, excepto Japón, donde sí se abonan sueldos. Del resto, son pocos los equipos, aunque hay grandes premiaciones y eso compensa, en parte, la falta de un sueldo fijo”.
Trabas al margen, su gusto por la cultura asiática es evidente, y por eso no sorprende cuando piensa en voz alta y revela sus deseos más íntimos. “La temporada empieza en junio en China, pero me gustaría estar allá de nuevo antes. Si no, conseguir un equipo en Colombia, pero es difícil”.
Ahora que sabemos que el ciclismo es la “excusa” para recorrer el planeta, pedimos a nuestro invitado que nos cuente anécdotas y curiosidades de sus travesías. “Lo más extraño que viví fue en Indonesia, ya que apenas tenia 19 años y no sabía que era un país, casi es su totalidad, Musulmán. Todo era diferente, por ejemplo, debía andar sin zapatos en la casa, ver a los compañeros orando varias veces al dia, o que no les impresionaba ver un roedor grande cerca. También, tener que entrenar a las 4 am todos los días, casi que repitiendo el recorrido en cada salida”.
Respecto a las comidas, la situación es similar, porque si no hubiera sido imposible para él permanecer largas temporadas en territorios tan disímiles. “Me gusta experimentar. Si estoy en carrera sólo como lo que conozco, pero cuando no, trato de probar cosas nuevas, aunque hay que tener cuidado porque casi siempre le ponen mucho picante en Asia. Usualmente me gustan, excepto la carne de gato, eso ya fue demasiado para mí”.
Detrás del ciclismo
Además de la vida de corredor profesional, López tiene familia, pero ni eso lo apartó de sus aventuras, aún cuando hubo momentos de nostalgia. “Me gusta mucho viajar, así soy feliz y mi sueño es conocer cuantos países pueda, por lo que, cuando he tenido que estar mucho tiempo lejos de casa, lo he disfrutado. Han sido pocas las situaciones en las que quería volver. La tecnología facilitó mucho las cosas, así que andaba constantemente en contacto con mis seres queridos, salvo en 2008 cuando estuve en Indonesia, porque en esa época no tenía redes sociales y debía llamar cada 15 días a casa para avisar que estaba bien (risas)”.
En simultáneo, esas largas jornadas lejos de todo ser querido, vienen aparejadas con tiempo libre, en el que Vladimir se dedica a sus hobbies. “Ir al cine, comer helados y dibujar. Me encanta dibujar y, de hecho, he trabajado con mi padre haciendo algunos murales en colegios o negocios”.
Ciertamente que tiene una habilidad especial para el arte, a punto tal, que su futuro fuera de los pedales estaría estrechamente relacionado a los crayones, lápices y lienzos. “Cuando deje la competición espero seguir en el negocio de la publicidad de mi padre, pero para ello, se necesitan máquinas modernas, por lo que debo pedalear fuerte unos años más (risas)”.
Viajar y ahorrar para su futuro, son los motores que potencian la trayectoria profesional de López en el ciclismo, pero eso no significa que compita sin pasión u objetivos. “Mi sueño como ciclista es poder alzar los brazos en alguna carrera muy importante para dedicársela a mi mamá. No tengo una en particular, pero sí me gustaría que fuera una televisada y contra muy buenos corredores”.
El hecho de que mencione la televisión y los rivales, es una muestra del nivel del pelotón asiático, pujante pero aún lejos del europeo. Así y todo, Vladimir está orgulloso del rumbo que ha seguido. “Yo no me siento menos que el resto. Todos elegimos caminos diferentes, algunos triunfaron en Europa, otros se retiraron y algunos siguen en busca de su sueño. Yo he sido afortunado de tener oportunidades y estoy orgulloso de lo poco o mucho que conseguí, porque ha sido en base a muchísimo esfuerzo personal y perseverancia. Ha sido una constante lucha”.
Vale la pena aclarar que, cuando habla del “resto”, se refiere a sus compatriotas más afamados, hoy foco de todos los flashes en el World Tour. “Soy amigo de varios de los que están triunfando en Europa, conozco más a unos que otros porque empezaron aquí en Bogotá conmigo, como Chaves, Ávila, Anacona o Pantano. También a Arredondo, porque compartimos mucho en Asia. A todos ellos los felicito por haber llegado a ser exitosos, y a los demás corredores que están brillando, los conozco poco pero los admiro”.
Es innegable que la sangre tira y, pese a contar con amigos orientales, una de las cosas que llenan el vacío de la distancia es compartir con sus coterráneos, tal como confirma en el cierre. “Siempre que he coincidido con un colombiano hemos hablado a toda hora en el pelotón o en el hotel, riendo y contando nuestras experiencias. Somos más habladores y amigables que los asiáticos, que es lo que nos diferencia de ellos y de los europeos en general”.
Viajero empedernido, potencial artista y ciclista profesional, Vladimir López es un personaje único que poco tiene que ver con la habitual escuela de los escarabajos y lo que de ellos se sabe fuera de Colombia. Por eso, valía la pena conocerlo en profundidad, para que a nadie tome por sorpresa si gana una importante carrera o pinta una obra de arte invaluable, en un futuro no muy distante.
**La distancia entre Bogotá y Pekín es de 14.956 kilómetros
Pablo Martín Palermo
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